Hoy, con la cuarta generación, la evolución del RAV4, y del segmento, se hace evidente. El RAV4, que perdió la variante de 3 puertas a lo largo del tiempo (fue con la tercera generación), se ha vuelto más familiar creciendo hasta llegar a los 4,57 m de esta nueva generación. Y es que la clientela, que en sus inicios apreciaba el aspecto robusto de un SUV para un uso urbanita, prefiere ahora coches más versátiles y mucho más amplios en sus habitáculos. Y si para eso es necesario prescindir de las aptitudes todoterreno del coche, que así sea.
De ahí que la cuarta generación nos llegue más grande, más versátil y con un motor turbodiésel de 2.0 litros y tracción delantera. Al fin y al cabo, es lo que pide la clientela y Toyota, pionera en el único segmento que actualmente no baja (incluso progresa), no se va a dejar comer por unos recién llegados. Por eso teníamos que probar este Toyota RAV4 120D 4x2, destinado a ser el grueso de las ventas del RAV4.
La carrocería del nuevo RAV4 recupera el lenguaje estético de la marca, no es ninguna excepción. Su mirada es agresiva, demasiado incluso para un SUV familiar de 120 CV, y su silueta es tan masiva como maciza. Y no lo es sólo por su diseño, especialmente el de la zaga, con grandes paneles de carrocería planos, lo es por sus dimensiones. Con respecto a la anterior generación ha crecido 3 cm en anchura y 20 cm en longitud, de los cuales 10 cm son directamente imputables a la batalla que pasa de 2,56 m a 2,66 m. Y eso se nota a bordo.
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